7 de noviembre de 2011

Reencuentro

Su llegada iluminó la oscuridad de la noche en que Santa Claus desciende por las chimeneas. Inmóvil por fuera, desbocado por dentro, idiota de incredulidad. Tratando de dominar mis nervios entrelacé mis manos con las suyas, besé sus mejillas y me suspendí, como un niño, por el tobogán de unos recuerdos arrinconados en mi desordenada memoria. Desde entonces, su presencia unos días me acompaña, otros me persigue…, pero siempre está presente.

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